19/04/22

Me da mucha rabia que no te caiga bien.
No hace falta que nos caigamos bien. Solo que respetemos el espacio y la idiosincracia del otro.

Lo que más rabia me da es que te pregunte y lo niegues. ¿Por qué no lo afrontas y me lo dices a la cara?
Eso es lo que más odio. Eso.

Al final es algo recíproco. 

No me gusta, no soporto, tu falta de carácter. Ese mismo que expresas cuando tienes una opinión, ese mismo que quieres imponer cuando expresas un pensamiento. No soporto la tibieza de personalidad que tienes bajo esa fachada.

Pero eso, me parece, es una consecuencia de tu rechazo hacia mi. Lo que yo pienso no es el motivo que originó esta situación de apariencias.
Porque no entiendo por qué no te caigo bien. 

Hay algo que digo y cómo lo digo que genera en ti rechazo. O lo interpretas mal. O no entiendes.
Hay algo que presupones de mí que no es cierto.
Determinas y sentencias cosas que no son verdad y que no te atreves a descubrir realmente porque no quieres comunicarte, no quieres hablar. Con los años que llevas por delante, no entiendo como aún no has aprendido a aceptar y  a darte cuenta de que no podemos presuponer nada de las personas. Cada uno tiene su forma de ver y entender la vida y todas son válidas.

Eso es lo que más rechazo me provoca de tu personalidad: el prejuicio, la sentencia. La expectativa no cumplida que se vuelve rechazo y aversión. 
Tienes un problema gordo.

Y yo también, si tengo que compartir tiempo y espacio contigo.
Tengo que aprender a dejar pasar, a callar, a seguir la corriente, para sobrevivir. Si no, arderá Troya.
Amén.


Hoy me he casado.