Estoy enfadada. Sí.
Creo que es la primera vez que me doy cuenta de ello.
Siento un cambio profundo en mí. Ya no te veo.
Desconfío. No te conozco.
Me siento incómoda contigo.
Me siento en arenas movedizas. Cada movimiento tiene una reacción imprevisible.
No me conoces.
Tienes un filtro de la realidad muy distorsionado. Y tu actitud frente a ello no te ayuda. Te haces más daño que beneficio.
Me siento juzgada. Abandonada. Rechazada.
Nunca antes me había sentido así.
Nunca contigo.
Eras respetuosa con mis líneas rojas. Más que nadie. Más que todos.
Y ahora esas líneas rojas se han hecho más gruesas. Tanto que cualquier paso tuyo, las toca.
Estoy muy incómoda. Mucho.
He levantado una pared entre nosotras.
Me protege.
De ti, de tu autodestrucción. Y en esa autodestrucción, has arrasado con todos. TODOS.
Conmigo no vas a poder. Estaré ahí para sostenerte; no te abandonaré. Pero no te conozco. No te creo. No confío en tus palabras.
Nunca pensé que te escribiría estas palabras.